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Von Frisch, a mediados del siglo XX, descubrió que las abejas eran capaces de distinguir colores. Más tarde, Kuhn (1924) descubre que las abejas ven la luz ultravioleta (UV).

Las abejas al igual que los humanos tienen un sistema visual basado en tres colores primarios. Se diferencian en que las abejas son ciegas al color rojo pero sí ven parte del espectro que para nosotros resulta invisible.



Aunque las reglas que rigen la mezcla de colores es igual tanto para el ser humano que para la abeja, la percepción del mundo que los rodea es muy distinta en ambos.

El ultravioleta es uno de los tres colores primarios para las abejas que determina de manera fundamental, la percepción del color.




Las abejas son atraídas fundamentalmente por flores que para el ojo humano son apreciadas como azules y amarillas. Las abejas deben tener en cuenta la corola de las flores que muestran unas marcas de polen, ya que esto va a ser muy importante a la hora de buscar la fuente de alimento.

El color de estas marcas llamadas guías de néctar suele contrastar con el color floral del fondo.


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